La reflexión del domingo
Os dejamos la reflexión de José Carlos, aunque hoy no es domingo, es un día festivo y de importancia para nosotros
En el día de los santos viene bien hablar de la santidad, porque a menudo tenemos una idea equivocada de lo que significa ser santo.
Desde pequeños nos dijeron que ser santo es ser perfecto. Pero el hombre o la mujer perfectos no existen. Además, lo que para mí es perfecto para otra persona, no lo es. Está idea de la santidad se basa en la ley. Si cumples la ley y eres bueno y no matas, no robas, ni te alteras, ni comentes pecados, ni mientes... Si haces todo eso, o mejor dicho, si no haces todo eso, ¿ entonces eres santo? No lo sé. Creo que las personas perfectas se vuelven intransigentes y dogmáticas. Vivir con un santo así debe ser una verdadera tortura. A este tipo de santidad se llega a través del esfuerzo personal. En el fondo, los santos de este tipo no creen mucho en Dios, aunque nos aseguren que sí; creen en si mismos, en los logros que realizan, en las metas que consiguen...
La santidad es más bien un regalo de Dios, no depende tanto de mis logros como del trabajo que Dios hace en mi, si le dejo. Porque muchas veces no le dejamos. Desde este punto de vista, el santo no es un hombre o mujer perfectos, sino FELIZ. Ser santo es ser feliz. Vivir feliz no es estar exento de sufrimiento o de dolor, es mantener esa alegría interior en todas las situaciones de la vida, también en las dificultades o en los momentos más duros.
Ser santo es vivir alguna de las bienaventuranzas, o todas, porque esa vivencia no tiene límite ni edad.
Eres feliz cuando vives en pobreza, porque el dinero no te importa, ya que te crea mucha infelicidad. Eres feliz también cuando te ha tocado llorar por cualquier causa, pero trabajas por superar tu dolor, íntegras en tu vida tu desgracia. Eres feliz cuando trabajas por la paz y la justicia, primero en tu entorno, luego en el mundo que te ha tocado. Eres feliz cuando te anclas en la verdad y te persiguen o te calumnian por ello, o cuando haces de la mansedumbre tu bandera.
No nos engañemos: los regalos hay que acogerlos, también requieren dedicación al abrirlos, al jugar con ellos o utilizarlos. Si no ponemos esfuerzo personal, el regalo que hemos recibido queda arrinconado en el olvido y la felicidad que nos provoca se desvanece. Más a menudo de lo que pensamos, buscamos la felicidad en otras cosas que no nos llenan, aunque estemos saciados de ellas. Si te pasa eso, camina en otra dirección, que sólo tenemos una vida.
José Carlos
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