La reflexión del domingo
Os dejamos la reflexión de José Carlos
Desde pequeños aprendemos lo que la sociedad inconscientemente nos enseña: que hay que ser más, tener más, llegar más alto. La marca de lo que aprendemos dura por siempre. Lo que no está claro es que una vida así nos haga más felices. El evangelio apuesta por los últimos lugares, recordándonos que para ser más hay que bajar, que para tener más, hay que compartir. Cuando el ser humano no puede competir con sus semejantes, al menos se consuela con aparentar lo que no es: el hombre del evangelio de hoy, que busca sentarse en los asientos principales está desesperado por que le reconozcan y le aplaudan. No busques el aplauso, nos dice Jesús, no busques que te paguen por lo que haces, por invitar a tus amigos.
Nuestro mundo competitivo, puede entender lo que Jesús nos dice, pero no tiene resortes fuertes para vivirlo. Son pocos los que se salen de esta mentira de la competición por llegar más alto, por ser más fuerte, por gustar más. Hemos dado el poder a quien nos tiraniza y nos dejamos gobernar por las leyes de la competencia.
Las lecturas de hoy nos hablan de la humildad. Esta virtud de María, nos hace grandes como ella cuando nos hacemos pequeños. Si tuviera que definir la humildad, diría que es la ausencia de competición. La persona que en su fuero interno deja de competir con los demás para servir con sus dones a los que no pueden pagar, ha encontrado la clave de la humildad.
¿Cómo explicar esto a un mundo fuertemente anclado en la competencia: en la economía, en el deporte, en las relaciones humanas...? No entendemos el mundo de otra manera. Sin embargo el Evangelio nos propone otro camino.
La mesa está preparada para los que nos devuelven los favores, pero excluye a quienes no pagan. Dios alimenta también al pobre, que no le devuelve el favor. Llama la atención que en nuestro mundo post Cristiano, no pase nada porque millones de personas estén muriendo de hambre. Gaza es el ejemplo más radical, porque se deja morir a la gente de forma deliberada. El nivel ético está por los suelos. Importa poco la ética. Importa mucho el interés propio. Cuando uno se da cuenta de esto, le pide a Dios que le dé firmeza para anclarse fuertemente en la propuesta de Jesús.
Pincha aquí para volver a Inicio
Comentarios
Publicar un comentario