La reflexión del domingo

Os dejamos la reflexión de José Carlos en el segundo Domingo de Pascua o de la Divina Misericordia

El comentario de nuestro párroco:

Cuando una persona ha sufrido lo mismo que tú y lo ha superado, sabe dar con las palabras adecuadas para ayudarte. Por eso el evangelio de hoy presenta a Jesús resucitado con las heridas de la cruz. El Resucitado no se presenta a si mismo lleno de gloria y majestad, sino humilde, hermano, con las cicatrices que le dejó la cruz. Porque en sus cicatrices encontramos nosotros nuestra esperanza, no para regodearnos en el dolor, sino para que comprendamos que de la cruz se puede salir victorioso. Por eso podemos decir que sus heridas nos han curado. Le contemplamos y descubrimos que el sufrimiento que irremediablemente causa la vida, puede ser superado, asumido. Por eso la muerte de Jesús es redentora.

La figura del evangelio de hoy, Tomás, es un ejemplo de lo que estamos diciendo. Este hombre estaba en modo huida, como lo estamos nosotros muchas veces. Huimos por miedos interiores por no asumir responsabilidades, por la decepción que nos ha ganado la partida. Para un creyente, la huida es también un alejamiento de la comunidad. Tomas no estaba con los discípulos y no vio al Señor, como lo vieron sus compañeros. Sólo cuando le contaron, volvió al cenáculo con todos. Allí descubrió las heridas del Resucitado y comenzó su propia curación, sus heridas comenzaron a cicatrizar.
La fe es una realidad muy frágil. Al mínimo vaivén de la vida se evapora. Por eso los cristianos necesitamos de la comunidad para poder mantenernos en la fe. Sólo en ella es posible el encuentro con el Jesús vivo. Por eso decimos que a Jesús le encontramos en el hermano. Ese hermano es imperfecto, tiene dudas, como Tomás, incluso a veces te desespera un poco por sus pecados. Pero en él descubres al Resucitado y juntos hacéis camino, y os alentáis cuando desfallecen las fuerzas, y os sostenéis cuando las heridas aparecen

José Carlos

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