Vía Crucis para jóvenes
Hoy os presentamos el Vía Crucis que Tere, catequista del grupo de confirmación, ha elaborado para compartir y trabajar con los jóvenes que componen dicho grupo
"Los soldados, después de crucificar a Jesús, se repartieron la ropa en cuatro partes, una para cada uno"
"Cuando llegaron allugar llamado Calvario, crucificaron allí a Jesús [...]. Jesús decía: `Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen´"
Primera Estación: Jesús es condenado a muerte
"Pilato [...] les entregó a Jesús, para que lo azotaran y lo crucificaran"
(Marcos 15, 15)
¡Qué gran dulzura la de Jesús frente a quienes lo quieren matar!
¡Qué paciencia! ¡Qué serenidad!
Responde tranquilo, pero, ¿quién va a creer que él es el Hijo de Dios?
No se le permite hablar, se le acusa de blasfemo. Pero, ¿cómo iba a hablar mal de Dios precisamente él, que es la palabra de Dios?
Cuando condeno a los demás, cuando los juzgo, es a tí a quien rechazo, Jesús.
Señor Jesús, tú que nunca has condenado a nadie, enséñame a amar como sólo tú sabes amar
Segunda Estación: Jesús con la cruz a cuestas
"Jesús, cargado con la cruz, salió hacia el lugar llamado el Calvario"
(Juan 19, 17)
¡Qué pesada es la cruz de Jesús! Le hiere los hombros ya magullado por los golpes
Pero Jesús en persona la lleva, no retrocede ante el sufrimiento. Acepta llevar, con su cruz, el peso de nuestros pecados. Acepta llevar, con su cruz, el peso de nuestro sufrimiento
Acepta llevar, con su cruz, el peso de nuestra salvación. Nos ama tanto
¡Oh, Jesús! llevas conmigo el peso de los pequeños y grandes sufrimientos de mi vida.
Te pido, Señor, por todos aquellos que soportan el peso de las dificultades, de las injusticias y del dolor, sea cual sea este.
Tercera Estación: Jesús cae por primera vez
"Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré"
(Mateo 11, 28)
Es tanto el esfuerzo que Jesús, agotado, cae bajo el peso de la cruz. Humildemente se levanta y prosigue su marcha.
Son nuestras mentiras, nuestro orgullo, nuestra maldad lo que nos hace caer.
Jesús nos levanta, carga con nuestras cruces además de la suya, nos fortifica.
No somos nada sin él
Cuando estoy desanimado, cuando todo me resulta difícil, ¡oh, Jesús!, dame tu fuerza. Ayúdame a levantarme, para que no me invada la tristeza
Cuarta Estación: Jesús se encuentra con María, su madre
"Simeón le dijo a María `Este niño está destinado en Israel para que unos caigan y otros se levanten [...]. Y a tí una espada te atravesará el corazón´"
(Lucas 2, 34-35)
María está al borde del camino.
Anima a Jesús y lo acompaña hasta el final. Sus miradas llenas de amor se cruzan. Está sencillamente ahí, lo ayuda con la fuerza de su amor.
Pobre María, su corazón está abrumado por la tristeza, pero conserva la esperanza: sabe bien que él es el Hijo de Dios
Señor Jesús, te ruego por todos los niños del mundo que sufren en su carne o en su corazón y que no tienen junto a sí una madre para consolarles. Que tu madre, la Virgen María, les de su ternura
Quinta Estación: Simón de Cirene ayuda a Jesús a llevar su cruz
"Echaron mano de una tal Simón de Cirene, que venía del campo, y le cargaron la cruz para que la llevara detrás de Jesús"
(Lucas 23, 26)
Simón no tiene elección: es reclutado para ayudar a Jesús. Pero tiene buen corazón y le conmueve su sufrimiento.
Le ayuda tanto con la fuerza de sus brazos como con la de su compasión.
Igual que él, podemos ayudar a los demás a llevar sus "cruces", podemos aligerar sus penas y ser sensibles a su aflicción.
Señor Jesús, ¿necesitas mi ayuda para llevar tu cruz?.
Hazme sensible al sufimiento de los que me rodean. Cuando les ayudo, te ayudo a tí.
Sexta Estación: La Verónica enjuaga el rostro a Jesús
"Sin gracia ni belleza para atraer la mirada [...]. Despreciado, desecho de la humanidad, hombre de dolores [...], como una ante el cual se oculta el rostro"
(Isaías 53, 3-4)
¡Qué hermoso es el rostro de la Verónica!
¡Qué ligera es la mano con la que enjuaga el rostro a Jesús!
¡Qué dulce es su mirada!
Jesús se para un instante ante ese gesto lleno de bondad y compasión. Y sucede que su rostro, desfigurado por las heridas, se imprime en el lienzo que le pasa por la frente.
¡Oh, Jesús, imprímete en mi corazón para que intente parecerme a tí!
Como la Verónica, que te limpia el rostro, puedo con mi amor aliviar a los que sufren.
¡Oh, Jesús!, te ruego por los enfermos, por los ancianos, por los que están sólos y abandonados, por todos los que están tristes y a quienes me gustaría dar consuelo.
Séptima Estación: Jesús cae por segunda vez
"Era maltratado, y no se resitía ni abría la boca; como cordero llevado al matadero"(Isaías 53, 7)
¡Cuánta gente sigue a Jesús! ¿Le ha empujado la multitud? ¡Qué duro es el camino! ¿Se ha tropezado con una piedra?
Cae agotado. La muchedumbre se estremece y los soldados se impacientan.
Lentamente, se levanta y sigue caminado.
Nuestras debilidades, nuestros malos hábitos nos hacen caer a menudo.
Es la fuerza de Jesús la que hace que nos levantemos
Hasta cuando tomo buenas decisiones, ¡me cuesta mantenerlas! ¡Oh, Jesús!, enséñame a no desanimarme, a aceptar humildemente mis caidas. Dame tu paciencia y tu fuerza.
Octava Estación: Jesús se encuentra con las mujeres de Jerusalén
"Jesús les dijo: `Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad por vosotras y por vuestros hijos´"
(Lucas 23, 28)
En el camino, unas mujeres lloran y se lamentan. Sienten una compasión enorme al verlo pasar, agotado.
Jesús, olvidándose de su sufrimiento, sale de su silencio para obligarlas a ver su propia miseria, a abrir su corazón y a cambiar de vida.
A nosotros nos propone que convirtamos nuestro corazón, nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestras acciones
Ya lo sabes, Señor, ¡veo los defectos de los demás antes que los míos! Enséñame a reconocer mis pecados y a seguirte por el camino del perdón. Ayúdame a salir de mi egoísmo y a abrir mi corazón.
Novena Estación: Jesús cae por tercera vez
"Os aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda infecundo; pero si muere, produce mucho fruto"
(Juan 12, 24)
Tres veces ha renegado Pedro de él; tres veces le dará Jesús su bendición.
Tres veces cae Jesús bajo el peso de la cruz, tres veces se vuelve a poner de pie.
Sus fuerzas lo abandonan, pero no su voluntad ¡Qué lección de valor nos brinda!
Por amor nuestro irá hasta el final del camino. Tres días más tarde, resucitará ...
A pesar de mis repetidas caídas, yo sé, Señor Jesús, que tú aún me amas. Gracias, Jesús, por ayudarme a levantarme y por darme la alegría de tu perdón a través del sacramento de la reconciliación.
Décima Estación: Jesús es despojado de su ropa
(Juan 19, 23)
Todas esas personas que gritan, que lo empujan, tienen caras de burla, palabras de desprecio y corazones duros.
Jesús es desnudado, humillado. No se queja, no se defiende.
A pesar de las ofensas y los insultos, sigue amándolos. Su dignidad le hace resplandecer
Nos has creado, Señor, a tu imagen y semejanza. ¡Cuántos seres humanos son atacados, ridiculizados, ultrajados ...! Tú, Jesús, que los amas, reconoces su dignidad.
Enséñame a mirar con amor a los pobres que me encuentro
Undécima Estación: Jesús es clavado en la cruz
"Jesús, al ver a su madre y junto a ella a su discípulo preferido, dijo a su madre:`Mujer, ahí tienes a tu hijo´. Luego dijo al discípulo: `Ahí tienes a tu madre´"
(Juan 19, 26-27)
Mira, María siempre está ahí, cerca de Jesús, no lo abandona.
Mira, los pies de Jesús están atravesados. ¿Y si le prestaras los tuyos para ir a anunciar el Evangelio?
Mira, sus manos están estropeadas. ¿Y si les prestaras las tuyas para servir a tus hermanos?
Mira, los brazos de Jesús están abiertos. ¿Y si dejaras que se cerrasen sobre tí?
Sí, Señor Jesús, recibo a María como a mi propia madre.
Con ella permanezco al pie de la cruz, con ella rezo para que tu amor alcance a todos los hombres.
Duodécima Estación: Jesús muere en la cruz
(Lucas 23, 33-34)
Escucha cómo se agita la muchedumbre al pie de la cruz. A pesar de los gritos, Jesús le habla a su Padre. Escucha su oración. Está pidiendo misericordia, pues él ya ha perdonado a los que le están matando.
A la brutalidad, responde con dulzura. Al odio, con amor.
Escucha el grito de Jesús en el momento de su muerte, es un grito de sufrimiento, pero también es un grito de amor.
Señor Jesús, en la hora de tu muerte tus brazos están abiertos de par en par para recibirnos y darnos tu perdón.
Enséñame, ¡oh, Jesús!, a perdonar como tú me perdonas.
Decimotercera Estación: Jesús es bajado de la cruz
"Al caer la tarde, vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, que era también discípulo de Jesús. Se presentó a Pilato, le pidió el cuerpo de Jesús, y Pilato mandó que se lo dieran"
(Mateo 27, 57-58)
Se ha marchado todo el mundo.
María está todavía ahí, con Juan y algunos más. Llega José de Arimatea, un amigo de Jesús. El corazón en un puño, pero lleno de respeto, baja a Jesús de la cruz y lo deja en brazos de María, quien lo abraza por última vez.
María reza como su hijo le ha enseñado a hacerlo.
Llora, reza, nos ama.
¡Oh, María! Cuando recibes el cuerpo de Jesús, tu dolor es infinito, pero él te deja su paz. Es tu paz, Jesús, la que vive en mi cuando rezo. Desde ahora yo también quiero vivir de esa paz.
Decimocuarta Estación: Jesús es colocado en el sepulcro
"José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia y lo depositó en su propio sepulcro [...]. Hizo rodar una losa grande para cerrar la puerta del sepulcro y se fue"
(Mateo 27, 59-60)
¡Qué silencio!, de pronto. ¡Qué vacío! también ... Ya no se ve a Jesús, ya no se le oye, ya no es posible tocarlo ni hablarle.
Todo parece perdido. Cada cual se ha marchado a ocuparse de sus cosas.
María vela y reza ante el sepulcro convertido en tabernáculo, donde reposa el cuerpo de Jesús.
Por la eucaristía vendrá a renovar nuestros corazones.
En el silencio te revelas, ¡oh, Jesús!
En la Eucaristía te entregas a mí, ¡oh, Jesús!
Cuando veo una hostia, a tí es a quien veo.
Decimoquinta Estación: Jesús ha resucitado
"Pero el ángel, dirigiéndose a las mujeres, les dijo: `No temáis; sé que buscáis a Jesús, el crucificado. No está aquí. Ha resucitado, como dijo´"
(Mateo 28, 5-6)
¡Qué buen tiempo hace en la mañana de Pascua!
Este día de primavera la naturaleza renace. La luz del sol ilumina a las mujeres que suben hacia el sepulcro.
Pero, ¡estupor! ¡La tumba está vacía!
Un ángel se lo confirma. Corren rápidas a avisar a los apóstoles: "¡Está vivo!"
¡Salgamos junto a Jesús de nuestros sepulcros!
Dejemos ahí nuestro egoísmo, nuestro rencor, nuestra tristeza. Somos llamados junto a él a la resurrección, ¡aleluya!
¡Oh, Jesús!, haz de mi un testigo de tu amor.
¡Que la luz de tu resurrección ilumine mi corazón, que brille en mis ojos, que estalle en todo lo que hago, en todo lo que digo!
Tere y el grupo de confirmación nos agradecen esta entrada en el blog y la difusión de los contenidos para que estén al alcance de todos. Dejamos estas líneas en reconocimiento a su valoración
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